Las Luas de Júpiter
Este planeta gaseoso tiene 79 lunas, pero los científicos están especialmente interesados en los satélites llamados galileus. Hasta ahora, sólo 53 han recibido nombres, mientras que los restantes aguardan una designación oficial.
Aunque todas las luas de Júpiter despiertan interés, cuatro de ellas destacan: Io, Europa, Ganimedes y Calisto, por ser las mayores Luces de Júpiter, descubiertas por primera vez por el astrónomo Galileo Galilei en 1610. ¿Pero qué hace que estas cuatro estrellas sean tan especiales?
Ganímedes
Ganimedes es la mayor luna de Júpiter y la mayor de nuestro sistema solar, con un diámetro de 5.262 km. Si Ganimedes orbita el Sol en lugar de Júpiter, podría ser clasificado como un planeta. Como Calisto, Ganímedes está compuesto por un núcleo rocoso con un manto de agua y/o gel, y una crosta de roca y gel.
Ganimedes no tiene atmósfera, pero recientemente el Telescopio Espacial Hubble detectó ozono en su superficie. Esta tierra tiene una historia geológica muy compleja. Tiene montañas, valles, cráteres y flujos de lava. Está manchada tanto por regiones escarpadas como por regiones claras. Está repleta de cráteres, especialmente en las zonas escarpadas, lo que implica un origen antiguo. Las regiones brillantes muestran un tipo diferente de terreno.
Calisto
Aunque no es la mayor piedra de Júpiter, es la segunda más grande del sistema solar. Calisto es un verdadero campeón en cantidad de cráteres. Debido a su aspeto, los científicos lo llamaron "patinho feio", pero esta historia puede estar a punto de cambiar. Los datos de la sonda Galileo sugieren que, bajo su superficie, Calisto puede guardar un secreto intrigante: un océano salado.
Lo
Chamada de Io (pronúnciese 'OJO oh'), esta lua es un verdadero espetáculo vulcaniano, siendo el mundo más ativo del sistema solar. Repleta de volcanes, algunos proyectan fuentes de lava a decenas de kilómetros de altura. La intensa actividad volcánica de Io es el resultado de la combinación de Júpiter, Europa y Ganímedes, en una especie de "juego gravitacional".
Además de ser ligeramente mayor que la Lua, Io es la tercera lua más grande de Júpiter. Está "viajando" en una órbita de maré con Júpiter, lo que significa que sólo un lado de la lua está siempre volado hacia el planeta. Por tanto, a diferencia de la Lua de la Tierra, que tiene una órbita predominantemente circular, la órbita de Io es elíptica. Esto se traduce en tremendas formas de mármol. Su superficie es empinada y pujante, con una fluctuación de hasta 100 metros.
Por otro lado, esta ola también causa impacto en Júpiter. Mientras recorre su órbita, Io atraviesa el campo magnético de Júpiter, convirtiéndose en un gigantesco gerador eléctrico. La corriente resultante se dirige a Júpiter, produciendo relámpagos en la atmósfera del planeta. Es improbable que Io abrace la vida, teniendo en cuenta sus condiciones caóticas y extremas.
Europa
En 1979, las sondas Voyager pasaron por Europa, ofreciendo a los científicos las primeras pistas sobre la posible existencia de un océano de agua líquida bajo su superficie helada. Desde entonces, la imaginación de la humanidad se ha visto cautivada por la posibilidad de una vida alienígena en ese océano.
Sin embargo, los científicos no son los únicos fascinados por la vida en la luna Europa. La casca de la luna tiene una profundidad aproximada de 15 a 25 quilómetros, y fuera de ella puede existir un océano con profundidades de entre 60 y 150 quilómetros. Si esto fuera cierto, Europa poseería el doble de agua que todos los océanos de la Tierra juntos, aunque sólo sea una cuarta parte del tamaño de nuestro planeta.
Recientemente, el Telescópio Espacial Hubble identificó indicios de que parte de esa agua podría estar escapando hacia el espacio, lo que haría posible recoger amostras del océano de Europa sin necesidad de pousar.
Sin embargo, para sobrevivir, Europa sólo necesita una fuente de energía. Estando a unas 5,2 unidades astronómicas del Sol, la luz solar que llega a Europa es unas 25 veces más débil que la de la Tierra. Sin embargo, la sonda Galileo de la NASA observó indicios de actividad geológica, sugiriendo que el calentamiento global podría ser el culpable, haciendo que el hielo más frío y denso aflore mientras que el hielo más caliente y menos denso suba.